¿Sabes qué significado tiene la palabra “adoración”? El significado de “adoración” traducida al griego en el Nuevo Testamento es “proskuneo” que significa «postrarse delante», “hacer reverencia” o «arrodillarse delante».
Cuando adoramos a Dios no solo tiene que ver con nuestra postura física, sino que requiere de una entrega total al Señor, es una rendición total de lo que hacemos, pensamos y entregamos a Él.
“Dios es espíritu, y los que lo adoran, para que lo adoren como se debe, tienen que ser guiados por el Espíritu. Se acerca el tiempo en que los que adoran a Dios el Padre lo harán como se debe, guiados por el Espíritu, porque así es como el Padre quiere ser adorado. ¡Y ese tiempo ya ha llegado!” Juan 4:23-24 TLA
En otras versiones dice que “Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”. La adoración no es el simple hecho de levantar nuestras manos, poder cantarle y exaltarle el día que vamos a la iglesia, la verdadera adoración es estar individualmente conectados con nuestro Padre Celestial en espíritu y en verdad, va de adentro hacia fuera. Es dejar guiarnos por el Espíritu Santo para que obre en nosotros y nos transforme en verdaderos adoradores.
Adorarle significa confiar en Él, entregarle nuestro corazón, nuestro tiempo, todo lo que somos, es sacrificar lo mejor de nosotros para dárselo a Él. Aunque muchas veces no será fácil, en especial si estamos atravesando circunstancias difíciles y no vemos salida, es en esos momentos donde más debemos adorar, donde debemos rendirle a Dios todo aquello que debe trasformar, mediante el Espíritu Santo, en nuestras vidas.
“Padre, los seguidores que tengo me los diste tú, y quiero que estén donde yo voy a estar, para que vean todo el poder que me has dado, pues me has amado desde antes de que existiera el mundo.” Juan 17:24 TLA
Esas fueron las palabras de Jesús, la noche antes de ser entregado. Él oró al Padre en presencia de sus discípulos, mientras compartía con ellos, y dijo: “porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”. Desde esta declaración podemos ver que Jesús adoraba al Padre, había una relación de comunión, de amor y deleite mutuo, existía verdadera adoración, en espíritu y en verdad. Tenía la plena convicción que Dios lo amaba y que estaba con Él en todo momento. Por lo que Jesús, sin importar la situación, tomaba tiempo para estar a solas con Su Padre, para orar y hablar con Él, adorarlo. Era en esos momentos donde Jesús podía escuchar las instrucciones del Padre, conocer cuál era su voluntad.
“Señor, tú eres mi Dios; te exaltaré y alabaré tu nombre porque has hecho maravillas. Desde tiempos antiguos tus planes son fieles y seguros.” Isaías 25:1 NVI
Él anhela verdaderos adoradores, que estemos en un estado de adoración constante, lo cual nos permite escuchar Su Voz en todo tiempo. Que sin importar la situación terrenal que estemos viviendo, podamos vivir confiando en que “su voluntad es buena, agradable y perfecta”. Él no busca que nuestra adoración sea expuesta a diario frente a miles de personas, sino que Él ve lo más profundo del corazón.
Muchas veces requiere que dejemos a un lado nuestra agenda para buscar la agenda de Dios, es entregarle nuestro tiempo, nuestro corazón, nuestros anhelos, nuestros sueños, nuestro todo. Aunque nos cueste aceptar un “no” como respuesta, sus planes son mejores que los nuestros, es en ese tiempo de intimidad con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en donde podremos conocer sus planes y propósitos. Te sorprenderás de las cosas grandes y maravillosas que Dios puede hacer con tu vida y quiere darte a conocer, cuando lo adoras y buscas de todo corazón.
“Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón.” Salmos 37:4 NVI