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Te has preguntado, ¿qué significa, realmente, ser sal en esta tierra? En la Biblia encontramos muchas metáforas que Jesús usaba para poder enseñar a sus discípulos acerca de cómo debían comportarse. Y, en Mateo Jesús se refirió a que tenían que ser sal de la tierra. En aquella época, el uso de la sal tenía diferentes propósitos como: la sal en trozos se colocaba como piso en los hornos para aumentar rápidamente su calor, y se mezclaba con estiércol para fabricar combustible. También servía como abono para las plantas, para condimentar y conservar comidas. Incluso se usaba para regarla cuando se iba a realizar un sacrificio en señal de rendición.

Así que a pesar de que la sal puede parecer algo común, hoy en día la seguimos utilizando como algo esencial para nuestra vida y siempre ha sido consumida por los seres humanos alrededor del mundo. La sal se usa para muchos fines y está por donde quiera.

Entonces, ¿qué quiso decir Jesús al pedir que seamos sal de la tierra? Como iglesia no podemos olvidarnos de esa función principal que Dios le ha encomendado. Debemos ser sal que condimente, para extendernos por todo el mundo y mejorarlo, agregando sabor a las cosas que son insípidas, siendo diferente en medio de un montón de gente. Como decía el apóstol Pablo en Colosenses, incluye nuestra forma de responder a cada persona: “de conversar con ellos. Hablen siempre de cosas buenas, díganlas de manera agradable, y piensen bien cómo se debe contestar a cada uno”.  (Colosenses 4:6 TLA)

Siendo sal que sirva para conservar, como discípulos de Jesús, somos enviados al mundo para evitar que la tierra se arruine aún más, por ello debemos ser cristianos que llevemos una vida íntegra y recta para preservar su bondad y amor a donde quiera que vayamos.

La sal era una parte necesaria de todos los sacrificios de los israelitas e incluso representaba el pacto de Dios con ellos. Por lo que debemos ser sal que sirva para demostrar un sacrificio agradable a Dios, siendo hijos obedientes a su palabra y a sus mandamientos.

En la antigüedad la sal se usaba como fertilizante para el suelo, para que ayudara a la tierra a retener agua, hacer que los campos fueran más fértiles, a eliminar las malas hierbas y proteger los cultivos de enfermedades, la sal hacía que la tierra diera buen fruto. Así que por esta misma razón cuando Jesús describe a su pueblo, de manera específica, como la sal de la tierra, nos estaba llamado a ser sal que sirva para fertilizar, sin importar la tierra donde estemos, aunque la misma sea tierra estéril, ésta será fructífera y dará buen fruto, como cuando el pueblo de Dios sea redimido, como dice el profeta Isaías: “¡El desierto florecerá y la tierra seca dará fruto! Todo el mundo se alegrará porque Dios le dará al desierto la belleza del monte del Líbano, la fertilidad del monte Carmelo y la hermosura del valle de Sarón.” (Isaías 35:1-2 TLA)

Entonces, cuando Jesús dijo que somos la sal de la tierra, quería decir que Dios nos usará para condimentar, conservar, realizar sacrificios y fertilizar este mundo. Sin importar las condiciones de los lugares donde nos encontremos, que podamos ser esa sal que enriquezca el suelo y brote vida en los lugares más inesperados. Nosotros como seguidores de Jesús, aunque seamos comunes, estamos en todas partes y somos llamados a esparcirnos y multiplicarnos. Tú y yo siempre estaremos involucrados en el mundo desempeñando distintos roles, ya sea que otros lo noten o no. Y como discípulos de Jesús somos llamados a desempeñar un papel importante para que el reino de Dios se note aquí a la tierra, porque de lo contrario puede ser que la gente nos pisotee y nos desechen. Podemos convertirnos en una sal, que no sala y no sirve.

Author

Astrid Rosales

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